Hoy quiero compartirles una experiencia gratificante que tuvo Mirón Marín en un modesto restaurante de la ciudad de París, en su más reciente gira por Europa. La primera grata impresión que le causó el citado restaurante, es que a pesar de no ser famoso ni poseer lujos, tuvo que reservar una mesa allí con varias semanas de anticipación; al llegar encontró limpieza, orden impecable, excelente atención y un ambiente acogedor en todos los sentidos, pero lo que más llamó su atención como a los demás comensales fue su carta de servicios.
La carta del menú en este restaurante que más parece un folleto que una carta, asigna una página completa para cada plato; la descripción tan detallada de sus ingredientes con sus respectivos valores alimenticios, (vitaminas, proteínas, carbohidratos, calorías, etc) no solo informa sino que educa; además explica la forma de mezclarlos, enseñando la receta sin ningún asomo de egoísmo. Esta forma de educar al consumidor demuestra que no le tienen miedo a la competencia, y que para ellos es más importante resaltar la experiencia gastronómica que el precio de los productos. Para los propietarios de este restaurante no basta con exhibir la imagen del plato, en una foto de calidad impecable con su respectivo precio al lado; también logran sugestionar y abrir el apetito del cliente con responsabilidad social.
Esta carta de servicios no solamente está impresa en el mencionado folleto, sino también grabada en vídeo dispuesto en una Tablet que mantiene disponible en cada una de las mesas; además está escrita en idioma para niños, adultos, e inclusive en braille (el idioma de los invidentes). Como si fuera poco, las personas encargadas de atender el público mantienen dispuestos a resolver dudas o inquietudes que se hayan podido presentar.
A esto llamo una venta más humana, y el ejemplo de este restaurante ratifica una de mis frases más populares que dice: “Una venta más humana estimula la fidelidad de los clientes”.
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